Depende de ti

La ecuación parece sencilla: Si algo o alguien no te hace feliz…apártalo de tu vida.

Sin embargo cómo se complica esta evidente realidad cuando nos referimos a lo que se conoce como relaciones tóxicas o dependientes. Estos vínculos destructivos los sufren tanto hombres cómo mujeres y los podemos encontrar en diferentes entornos ya sea en la pareja, amistades e incluso en relaciones familiares.

¿Qué es lo que nos mantiene enganchados a esas dolorosas dinámicas? ¿Es la falsa esperanza de que soy tan importante para esa persona que conseguiré cambiarle?¿Es el miedo a quedarme solo y no superarlo? ¿Es mi necesidad de que me necesiten?

Para empezar, quien se encuentra en una circunstancia de este tipo no suele (o no quiere) reconocer lo que está sucediendo y se engaña denominándolo pasión, adoración, locura…

Parece que las continuas peleas y deliciosas reconciliaciones, esa sensación de necesidad, de que no existe nada más allá de esa persona, el miedo de no volver a experimentar emociones tan intensas y el vivir continuamente en una situación de “amor terminal” provocan una profunda adicción. Lo confundimos pensando que se trata de la más extrema manifestación del cariño, cuando en realidad se convierte en un círculo que  provoca un tremendo desgaste emocional, físico y psicológico.

Si nos paramos a hacer balance, en ese tipo de uniones pasamos mucho tiempo sintiendo obsesión, ansiedad o tristeza, cuando a todas luces, el amor debe aportar respeto,  estabilidad y energía, no ir consumiéndolos poco a poco.

En la mayoría de relaciones tóxicas encontramos una personalidad dominante y otra con tanta necesidad de ser aceptada que es capaz de actuar rompiendo sus propios limites.

Por un lado hay personas que pueden enamorarse y enamorar con facilidad pero no saben amar. Como necesitan sentirse imprescindibles para el otro van privándole de todos sus recursos de apoyo (vida social, confianza en uno mismo, individualidad, poder de decisión…) logrando que toda su realidad gire en torno a la relación y los conflictos de esta y creando la falsa ilusión de que sin ella no te quedará nada. De ahí se genera el miedo a la soledad que impide a muchas personas cortar con esta situación. Además suelen manejar muy bien la mejor herramienta de manipulación humana que existe: la culpa.

El otro miembro suele vivir un momento de gran necesidad de aprecio y autoestima y cuando se ve inmerso en estas relaciones opta por echar balones fuera, “es que él o ella es muy insensible, no me escucha, no le importo” Lo cual muchas veces es verdad, pero el asunto es que no nos detenemos a pensar “¿Por qué me quedo con una pareja así?”

Resulta complicado dar el paso de dejar este tipo de relaciones porque la dependencia que se ha generado es de tal magnitud que cuando se consigue romper el vínculo, aparece un fuerte síndrome de abstinencia que puede llevarnos a intentar  volver una y mil veces con esa persona. Esta dinámica conduce a una situación de círculo vicioso, puesto que la sensación de poder del dominante va aumentando al mismo tiempo que la autoestima y dignidad de la persona dependiente emocional van disminuyendo con cada recaída.

En mi opinión hay que ser realistas aunque a corto plazo nos duela. Tener claro lo que quieres y mereces. Recordar que tenías vida antes de esa persona y que la volverás a tener. Ser valiente para dar el paso.

Reconocer que eres mucho más que esa relación y ante todo, que tu felicidad no debe depender de ella… depende de ti.

 

“Quédate con un amor que te dé respuestas y no problemas. Seguridad y no temor. Confianza y no más dudas.” Paulo Cohelo

carmela

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