¿Quién dijo miedo?

Todos albergamos algún temor, evidente o escondido, racional o incomprensible… Miedo al ascensor, al qué dirán, a las alturas, a dejar una relación, al color amarillo…prácticamente cualquier cosa puede ser percibida como un peligro real o imaginario que nos provoque sensación de angustia.

Yo misma tengo ciertos recelos que podrían considerarse poco comunes. Tenía miedo a las construcciones altas, yo lo denomino cariñosamente “vértigo al revés”.  Recuerdo mi primer viaje a visitar la Sagrada Familia cuando alguien me sugirió que mirase aquellos techos tan bonitos… prácticamente caí redonda al suelo. También tuve miedo a los barcos enormes, pero no tanto a los barcos hundidos (que eso se ve más por ahí) si no a la parte del casco de los buques que toca el agua… ¡Toma ya!

Desgraciadamente sólo he encontrado, hasta el momento, una forma de superar los temores: Enfrentándose a ellos de una manera CONTROLADA. Enfatizo esto último porque no soy muy partidaria de las famosas terapias de choque…creo que encerrar a una persona con pánico a los pájaros  y soltarle una bandada de palomas aunque tenga alguna posibilidad de éxito conlleva grandes riesgos de que no quiera volver a visitarme en la vida.

Al miedo hay que exponerse controlando sus dos componentes básicos, el físico y el psicológico. El físico son todas las reacciones que se producen en nuestro cuerpo cuando estamos asustados…taquicardia, angustia, retortijones, sudor, respiración acelerada. Todos estos síntomas se pueden calmar aprendiendo técnicas de relajación, respiración y control corporal.

Pero más importante aún es el componente psicológico ya que lo que más nos aterroriza en la mayoría de los casos no es la situación real que estamos viviendo sino las consecuencias negativas que anticipamos que pueden ocurrir y que damos por ciertas. Por ejemplo la persona que teme al ascensor adelanta que se quedará encerrado y le faltará el aire, el que desconfía de los perros prevé que le atacarán, el que se encoge al hablar en público piensa en si se quedará en blanco y se reirán de él, aquel que no se atreve a dejar una relación se imagina solo y sin apoyo…

Para enfrenarnos al miedo hay que aprender a controlar las sensaciones de nuestro cuerpo y sobre todo centrarnos en lo que realmente estamos viviendo, no en lo que puede pasar.

Pero aquí surge otra duda ¿Cuándo decido hacer frente al miedo?  Creo que lo que realmente nos da fuerzas para plantar cara a nuestros temores es cuando la motivación que tenemos para superarlos es más grande que nuestro propio miedo. Tengo grandes ejemplos de gente que ha salvado sus mayores barreras psicológicas cuando querían  o necesitaban algo.  Puede que la vida nos ponga ese impulso en forma de circunstancia que tengamos que encarar pero si aún no ha sido así y queremos estar preparados deberíamos buscar esa motivación nosotros mismos.

“El que teme sufrir ya sufre el temor”-Proverbio chino

carmela

4 Comentarios

    1. Ante todo enhorabuena por el articulo Carmela. La verdad que el componente psicológico del miedo que comentas lo he vivido en muchas situaciones, siempre pensando situaciones negativas futuras de cosas que posteriormente casi nunca se cumplen, como por ejemplo, cuando he tenido que realizar alguna presentación en público y he pensado que no voy a comunicar correctamente, que voy a sudar, que no me van a atender etc…

      Por eso entiendo que centrarse en lo que uno esta viviendo y en las experiencias que hemos tenido en situaciones no traumáticas de similares características nos pueden ayudar.

      Muchas gracias y un saludo

      1. Así es, Juan. El miedo es una emoción que a menudo PARALIZA. Nuestra mente tiende a ponerse en lo peor y a anticipar resultados catastróficos lo cual provoca en nosotros reacciones negativas que hacen que finalmente se cumplan esas predicciones. En psicología lo denominamos “profecía auto-cumplida”. Se trata de provocar nosotros mismo sin darnos cuenta esos resultados probablemente si hubiésemos gestionado la emoción de otra manera… no iban a ocurrir. Muchas gracias por tu aportación.

    1. Hola Carmela.

      Has tocado un punto que me parece muy interesante, especialmente en el quinto párrafo.
      Parece que en muchos casos la sensación de temor aparece porque se “anticipan” otras sensaciones o sentimientos desagradables, ¿no? Se me ocurre, por citar algunos de los ejemplos que pones, que el miedo a hablar en público en última instancia lo es a sentirse luego avergonzado o poco valorado, o el miedo a dejar una relación anticipa un temor a la sensación de soledad. Incluso en algunas fobias más “físicas” (utilizo el término fobias con cierta ligereza) al fin y al cabo hay temor a la sensación de angustia en la que crees que te vas a encontrar.

      Da que pensar, gracias por la reflexión.

      1. Efectivamente, de hecho nuestra cabeza tiene tanta fuerza que únicamente necesitamos pensar en esa situación que nos causa temor para empezar a experimentar las consecuencias que tememos.
        Te pongo un ejemplo: Si te concentras e imaginas con mucho realismo que tienes un trozo de limón en la boca y evocas su olor y su sabor extremadamente ácido, es probable que percibas cómo de forma instintiva y sin poder evitarlo empiezas a salivar. Tu cuerpo como por arte de magia reacciona ante algo que solamente está en tu imaginación! En este caso es un estímulo neutro y no tiene consecuencias negativas, pero si lo que piensas es algo que te causa pánico también reaccionarás adelantando esa angustia física o mental que tienes asociada.
        Gracias a ti por tu comentario.

Deja un comentario

© Carmelaortuno.es 2014 - Diseñado por JordiGomis