Fuera defensas

Recuerdo que tras poner en marcha el motor y soltar la soga que nos amarraba al muelle, mi padre siempre nos decía lo mismo antes de enfilar el barco hacía alguna cala de la Serra Gelada y salir a navegar… “Chicos, quitad las defensas”.

Para los que no estéis acostumbrados al vocabulario marino, las defensas son los “parachoques” del barco, una especie de flotadores que se colocan a ambos lados del casco para evitar que cuando está atracado en el puerto le golpeen otras embarcaciones o el muelle y lo dañen inevitablemente. Son necesarias para protegerlo cuando no estás a cargo del timón pero si deseas hacer una travesía tienes que subirlas o su roce con el agua te dificultará avanzar y coger la velocidad que necesitas para cabalgar las olas.

Todos utilizamos inconscientemente mecanismos de defensa en nuestra vida diaria, hay de muchos tipos y los usamos según las circunstancias para aliviar nuestro dolor. El problema está en que, cómo todo, si abusamos de ellos son un lastre que nos dificultará seguir adelante y crecer. A veces es necesario revisar qué hacemos con nuestras defensas y si las ponemos y quitamos cuando toca.

Por ejemplo hay personas que utilizan el mecanismo de defensa más común, la negación. Consiste en no aceptar que algo ocurre y se basa en la convicción de “Si yo no lo reconozco, esto no sucede”. Sin embargo en muchas ocasiones, si nos comportamos como si un problema no existiera no pondremos en marcha ninguna acción para mejorarlo o cambiarlo y en la mayoría de casos se complica aún más.

Otra actitud que reconoceremos en nosotros mismos o en algunas personas de nuestro entorno es la proyección. ¿Recordáis el refrán que dice: “Cree el ladrón que todos son de su condición”? Pues se trata de atribuir a los demás nuestros propios defectos, pensamientos o motivaciones. Por ejemplo, como yo tiendo a mentir, siempre pienso que son los otros quienes tratan de engáñame a mí. Nuevamente esto nos mantendrá en constante conflicto con los demás y nos cegará ante nuestros propios errores.

¿Y que ocurre cuando has tenido una discusión en el trabajo y al llegar a casa acabas peleándote con alguien de tu familia? Estás utilizando sin darte cuenta el mecanismo de desplazamiento, esto es desviar un sentimiento (como la ira) de aquello que realmente lo provocó a un objetivo sustituto más cercano. Si conseguimos ser consientes de esto podremos intentar hacerlo de una manera que ni nos haga ni cause daño a otros. Es el caso de quien para liberar esas emociones utiliza el deporte o la relajación para descargarse.

Finalmente, uno de los más curiosos y que también os sonará es el conocido como formación reactiva. Es cuando una persona expresa de manera muy intensa y exagerada ideas y emociones que son lo contrario de lo que realmente piensa. Por ejemplo imagina que amas intensamente a alguien con quien no puedes estar y tu actitud defensiva es expresar precisamente lo contrario, “Le odio”, “No me gusta nada” “Estoy mejor sin él o ella”… Así parece que te proteges de mostrar tus verdaderos sentimientos pero en realidad estás poniendo una barrera enorme para que los demás te apoyen.

Estas son algunos de los mecanismos más habituales pero podemos encontrar muchos otros. Al igual que en el barco, hay que ser conscientes de nuestras defensas y saber manejarlas, de esta manera evitaremos daños y conseguiremos llegar mucho más lejos en nuestro viaje.

“A veces se hiere más con el escudo que con la lanza”

carmela

2 Comentarios

    1. Interesante reflexión. Es importante darnos cuenta de estas cosas. Gracias.

      1. Gracias a ti por tu comentario. Un abrazo

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